Correspondencia anterior

Harto ya de estar harto de tanta vida, Don Efraín Candoroso, poco antes de su muerte natural por disparo de arma de fuego infligida por él mismo, legó a mi tío abuelo Don Juliano de Lapesa Dez, la correspondencia que durante años mantuviera con Doña XXX. En este Blog, tenemos la primicia de su publicación. El editor.

miércoles, 11 de marzo de 2009

Cartas a Doña XXX: Candy

Estimada Doña XXX:

He recibido su amable carta interesándose por mi salud y por cómo me adapto a esta mi nueva vida de jubilado asilado. La verdad, después de tantos años ejerciendo la noble profesión de maestro de escuela rural, durante la cual desgasté mi juventud en el vano intento de desasnar burros todos los días de sol a sol, Doña XXX, he de informarle que he cambiado mis horarios, y mis formas de alimentarme. Por prescripción médica he debido abandonar los garbanzos con chorizo y el jamón de pata negra, que tan equivocadamente me alimentaron durante décadas, por otro tipo de alimentos que dicen mis enfermeras que son más sanos, como bien lo demuestran los estudios científicos de los nutriólogos que tanto saben de gastronomía y tan buen paladar demuestran en su profesión: en vez de callos a la madrileña, sopa de verduras; para compensar mi alto nivel de colesterol, en vez de huevos con tocino para desayunar, gachas de maíz endulzadas; en vez de merluza al horno, pescadilla hervida. Y así todo. Pero acepto gustoso el cambio porque mucho más saben los médicos de nuestra salud observándonos, que nosotros disfrutándola. También he dejado de fumar. Me dicen que a mis 85 años me podría dar cáncer y más con esos cigarros de tabaco de liar, negro y fuerte de las Canarias, que he fumado cotidianamente y a decenas durante más de 70 años. Me han convencido de que el tabaco puede causar, incluso, impotencia, y eso, Doña XXX, es algo que a mi edad me preocupa mucho y que incluso puede explicar por qué durante los últimos cuarenta años que he mantenido relaciones con usted sólo haya podido hacerlo tres veces cada día de la semana que nos veíamos –y creo recordar que eran todos, aunque mi memoria me falla-.

La verdad, Doña XXX, es que nunca me había permitido gozar de una paz espiritual como la que siento entre estas cuatro paredes verdes. Nada que ver con aquel despacho de mi casa en el pueblo, de cien metros cuadrados con chimenea y paisaje a las montañas de Albarracín en Cuenca, y que ahora usa el desdichado de mi yerno. Nada que ver. Ya me lo dice mi hija, que con amor tan filial se preocupó por traerme aquí, donde, como ella dice, voy a estar mejor que en mi casa, ahora suya, lejos de mis libros, mis discos de baquelita y mis recuerdos, que tanto envejecen.

En cuanto a los horarios, realmente, mi querida amiga, me he convertido en una gallina. A las nueve se me cierran los ojitos, como si fuera un bebé. Me siento en la cama a leer y noto como se me cae la cabeza sobre el pecho. Parezco un anciano de asilo y pienso que si por lo menos tuviera un affaire con una de las viejitas con parkinson, o con esa enfermera de veinticinco que lleva minifalda, medias blancas y tanga y que nos deja ver sus nalgas, cuando se agacha… Estamos todos en la silla de ruedas cayéndosenos la baba. Lo que más nos gusta es que todas las noches viene a arroparnos uno por uno y al poner la cobija al viejito de la cama de al lado, se agacha y, a todos, nos enseña sus fondillos en tanga remetido -ancas de cubana sambeña- "Vengo a arroparles, no vaya a ser que mañana no puedan ustedes seguir mirándome...." nos dice picarona. Y tan es así, Doña XXX, que a Don Cipriano de Orduña, contable diplomado, de noventa y seis años de edad, viudo con dos hijos, le dió un ataque que se lo llevó a mejor vida, muriendo, el pobrecico, con una extraña sonrisa en la boca, tras haber presenciado como Candy (caramelito para todos nosotros), se agachaba a abrigar a Don Ramón, juez de distrito rural y preboste de la región del "Río Truchas", conocido afluente del Río Seco, cuya denominación proviene, como se deduce de su nombre, del alto número de salmones que se pescan en su aguas. En fin, qué más quiere que le cuente. La vida en el asilo es monótona. Don Hermenegildo, general en jefe de la tropas españolas en Cuba allá por el 1898 -aunque se quite años, todos sabemos que tiene más de 105- nos relata todos los días cómo entre los manglares y entre disparos, durante las batallas contra los rebeldes cubanos de la guerra de independencia, solía beneficiarse a alguna cubanita que buscaba protección entre tanto estruendo de pólvora, encontrando, pobre desdichada, que sus gemidos conseguían, en más de una ocasión, acallar la batalla, porque todos los contendientes preferían escuchar aquella música celestial producida por el goce sincero de un ser humano en éxtasis, que seguirse matando entre ellos, con una alta probabilidad, por cierto, de quedarse sordos en caso de muerte súbita. Y es que Don Hermenegildo es mucho Don Hermenegildo. Las medallas que tiene, y que siempre lleva puestas sobre el pijama, no se sabe muy bien si las ganó en la batalla contra los rebeldes o usando lo que él define como su lanza de Longinos, peleando contra pubis de piel color durazno. Claro, usted se preguntará porque esa denominación tan evangélica de su miembro viril. Bien, lo único que le puedo decir es que una vez interrogué sobre esta cuestión a Don Hermegildo y me contestó literalmente..... "mira hijo, -yo soy veinte años más joven que él- mi lanza de Longinos se llama así porque es un aparato celestial que sirve para provocar que resuciten en el paraíso las pecadoras "; hermosa, hay que reconocerlo, la analogía. Nos gusta escuchar sus cuentos.

También está Don Genaro, farmacéutico, viudo cinco veces sin hijos, heredero de cinco fortunas enormes de sus finadas esposas. No, no es cierto lo que de él se murmura en su pueblo -Villareal del Cabronalmonte- de que usó su ciencia boticaria para hacer que sus amadas esposas se encontraran con Dios nuestro Señor poco después de la boda, quedando Don Genaro como único heredero. No es cierto, doña XXX; al fin y al cabo en las cinco ocasiones, y en todos los testamentos de las occisas, apareció una suma considerable para obras sociales que se dedicaron íntegramente, bien a la mejora del cuartel de la policía en el pueblo, bien a la de la casa del juez y los tribunales. ¡Enorme generosidad la de Don Genaro para con las fuerzas proveedoras de justicia y paz social en nuestra patria! De hecho, todas las investigaciones de las muertes se archivaron por falta de pruebas. Don Genaro es absolutamente inocente, y todos los rumores son infundios provocado por ese pecado capital que es la envidia y que carcome las entrañas de los cristianos que la padecen.

En fin, poco más. En cartas posteriores le iré contando cómo seguimos aquí en el "Asilo de Nuestra Señora del No Regreso" -siempre me ha parecido un nombre muy adecuado para una santa institución como la nuestra-.

Atentamente, suyo

Efraín Candoroso.


1 comentario:

SABINERO dijo...

Lástima que don Efraín haya partido de este mundo sin ver el homenaje póstumo con la publicación de sus epístolas. Buena pluma! Estaré al pendiente de las nuevas misivas!

Datos personales

Licenciado en Filosofía y Letras por la Universidad Autónoma de Madrid y MDC por el Instituto de Empresa de Madrid. Su trayectoria profesional le ha llevado a especializarse en temas referentes al mundo de la infancia y de la juventud en donde ha publicado, entre otros, Tiempo libre, educación y prevención en drogodependencias (1997) y Para una promoción integral de la infancia y de la juventud (1998). Como poeta ha publicado: Las horas Transitadas (Madrid, 1998), Manobra (Madrid, 2000), La ciudad doliente (Madrid, 2002) SHOA (México, 2004). Además, aparece recogido en las antologías 1 y 2, Hasta agotar la existencia (México 2001 y 2003). Además, en internet, ha publicado poemas en la revista Adamar de poesía. Ha dado recitales en España y América y su poema Teselas ha sido traducido al Rumano medieval en caracteres cirílicos para garantizar, así, su máxima difusión entre los lectores de habla hispana.

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